jueves, 31 de diciembre de 2015

Momentos de felicidad del 2015

Muchas veces no nos paramos a pensar en lo que tenemos y no nos damos cuenta lo que afortunados que somos... tal vez por este motivo, finalizando el año me planteé realizar una lista con algunos de los buenos momentos del mismo y me fui dando cuenta de cuánto tenía que agradecer en mi vida. La felicidad se encuentra en las pequeñas cosas y en los pequeños momentos fugaces, por ello es tan importante saborearlos y vivir el presente. Doy gracias por todo lo que hay en mi vida y espero que el próximo año me traiga más de estos y de otros buenos momentos.

Ésta es mi lista:




¿Has hecho una lista de tus buenos momentos?, ¿qué te parece si haces una y rememoras todos ellos?.

¡Que vuestro año esté lleno de amor, salud, sueños e ilusión y
que la felicidad se instale por siempre en vuestros corazones!.


Namaste.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Sol

"Al sol siéntate. Y abdica para 
ser rey de tí mismo"

Fernando Pessoa

Imagen de la página Agéndate
Todo el mundo necesita un poco de luz en su vida. Desde tiempos inmemoriales, el sol se ha relacionado con la divinidad y la verdad. No es por casualidad que Siddhartha Gautama llamara iluminación al estado de comprensión profunda de la realidad.

Muchas personas experimentan un decaimiento importante de su estado de ánimo en los meses del año en los que la luz es más baja. Es lo que se denomina depresión estacional. De hecho, en los países donde la luz solar tiene poca incidencia o está muy polarizada -como al norte de los estados escandinavos-, los transtornos mentales son más comunes que en los países ecuatoriales. Por lo tanto, hay una relación entre los rayos del sol y el estado de ánimo.

Si tienes suerte de vivir en un lugar cálido, aprovecha este bien tan escaso en otras latitudes. No esperes a pasar una temporada en los hielos para valorar el placer de pasear en un día radiante. Mira las nubes que pasan, el vuelo de los pájaros, siéntate en la terraza de un café o en el banco de un parque y observa la alegría de los niños que juegan. Permite que el astro rey ilumine tu vida.

La energía solar es una fuente limpia e inagotable que no se aprovecha lo suficiente. Si tu casa recibe suficiente sol, puedes estudiar la instalación de placas solares para obtener agua caliente.


Para saber más

* Jane Ray & Mary Hoffman. Cuentos del sol, la luna y las estrellas. Blume, 2000.
* Jonathan Zuess. De la depresión a la ilusión. RBA, 2000.

...

Para los antiguos Yoguis el Sol era fuente de Vida y Energía y como un acto de devoción practicaban Surya Namaskar (Saludo al Sol). Por ello he querido acompañar esta entrada con una ilustración de dicho saludo ideal para practicarlo todos los días al comenzar la jornada y/o al ocaso del astro rey.






Nota: Capítulo sacado del libro "99 maneras de ser FELIZ y 99 recetas budistas para vivir con plenitud" de Gottfried Kerstin.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Prejuicios y juicios... la primera clase

La semana pasada hablaba sobre cómo llegué al Yoga, sobre todo por la idea extendida (y errónea) de la forma física que se precisa para practicarlo. Voy a continuar hablando sobre mi experiencia en esta maravillosa disciplina.


Recuerdo la primera clase a la que acudí... comenzamos juntos mi marido y yo, al igual que en su momento habíamos hecho con la primera clase de Aikido. Antes de desplazarnos al lugar donde se impartía la clase, comentábamos algunos aspectos sin tener muy claros los desenlaces y las respuestas a algunas de nuestras preguntas, y he aquí que nos encontramos con otras generalizaciones con respecto al Yoga...

Pero es curioso porque, con respecto a ello, encontramos "pre-juicios" (para algo se realizan antes de poder tener un juicio a ciencia cierta, es decir, se realizan sin conocimiento de causa) que son totalmente extremistas, a saber: a) pero si en las clases de yoga no se hace nada, se pasan el tiempo meditando y no se suda nada, b) prepárate porque la práctica es muy dura e intensa.

¿En qué parte nos encontramos nosotros en aquel entonces?, pues más o menos en la primera, debo ser sincera. Habida cuenta de que las clases de Yoga a las que íbamos a acudir se impartían a través del Ayuntamiento y en la Casa de Cultura, considerábamos que no habría vestuarios y mucho menos duchas. Así que allá que nos fuimos con mucha ilusión con la que sería nuestra primera toma de contacto, pero con dudas "razonables". Y debo decir que si, que ese primer día, sudamos.

Para los que crean que "no es deporte" diré que así es, no se trata de un deporte, puesto que para ello debería de existir competición (según está estipulado) y en el caso del Yoga, la única competición posible, en todo caso sería con uno/a misma/a, pero sólo reconociendo la evolución de la persona a través de una práctica continuada, sin expectativas, ni metas y desde la aceptación, desde la verdad y sin violentar físicamente al cuerpo.

Los que consideren que "no es una actividad física" o "que no se suda", no cabe otra que indicar que no sólo se trata de una actividad física, sino también mental y espiritual, por lo que no conozco disciplina tan completa y que cuide íntegramente del Ser. En cuanto a la sudoración (y sin necesidad de practicar Bikram Yoga, modalidad que se practica con una temperatura en la sala rondando los 40º-42º C), debemos de tener en cuenta que estamos trabajando y moviendo energía, por lo tanto, por supuesto puede generar aumento de la temperatura corporal y como consecuencia, una transpiración más o menos acusada en función del momento, las condiciones de la sala, la vestimenta y la persona. Pero algunos consideran (sobre todo entre las personas que tienen una gran actividad física y van al gimnasio) que "eso no es nada", "no se trabaja", etc... pues bien, he visto a muchas personas que consideraban tener una gran condición física, mirar de reojo a personas mayores realizando su clase y no creerse que "ellos no eran capaces" ni siquiera de sentarse con la espalda recta y que "lo han pasado mal" para seguir la clase y realizar ejercicios y asanas. Aquí el ego se ha visto seriamente golpeado y dicha persona ha visto cómo se tambaleaba su mundo y sus creencias en tan sólo unos minutos. No se trata de fuerza y repeticiones, porque si, está muy bien hacer deporte, por supuesto que si, pero no sólo debemos quedarnos ahí, puesto que de nada nos sirve estar muy fuertes o ser muy veloces, si no cuidamos nuestros músculos en todos sus aspectos, estirándolos, flexibilizándolos, oxigenándolos y nutriéndolos y con todo ello, además, adquiriendo una buena higiene corporal, absolutamente necesaria para tu bienestar diario y una calidad de vida a corto, medio y largo plazo. Pero ¿qué les ocurre a estas personas cuando comprueban que las cosas no eran tal y como creían?, pues muy sencillo, pueden enfrentarse a ello y comenzar a construir de nuevo o tal vez, no se sientan preparados para ello y continúen su vida como hasta ese momento negando una realidad. Si es el segundo caso, simplemente no era su momento... tal vez más adelante encuentren ese momento para enfrentarse a su ego y comenzar a cambiar las cosas, o tal vez no.

Por último analizaríamos la opinión en la que se considera que la práctica del Yoga es dura e intensa. Aquí debo decir que será todo lo dura o suave según lo avanzado de la clase y del individuo, de la práctica de ese día en cuestión... Pero ante todo y sobre todo, la práctica puede resultar "dura" para nuestro ego, puesto que el primer enfrentamiento que afrontamos en Yoga es con nosotros mismos (como ya ha quedado se trasluce en el párrafo anterior). La mente siempre estará juzgando y analizando. Te moverá de un lado a otro. Te querrá hacer ver que "esto no es para mí", "¿por qué estamos tanto tiempo en esta postura?". Se pondrá a repasar la lista de tareas o la lista de la compra. Considerará que estás muy oxidado/a o todo lo contrario, ¡estás mucho mejor que tus compañeros/as!. Y así continuará en un parloteo incesante.

Aquí es donde comenzamos a librar la batalla más dura e importante, controlar la manipulación del ego, de la mente, para llegar al verdadero Ser e instalarnos en nuestro cuerpo, habitarnos y centrarnos en nuestra práctica y en llevar consciencia a todos esos puntos que poco a poco, fueron quedando olvidados y que ni tan siquiera reparamos en ello.

Pero si, también puede que la práctica pueda resultar dura, que pueda resultar intensa..., pero el cuerpo es una máquina perfecta destinada al movimiento y nosotros, somos los que en algún momento decidimos obviar esta parte, por lo que ahora tocará tomar el timón y encauzar hacia puerto. Aún así, posiblemente, cuando salgas a la calle, te habrás recuperado físicamente del esfuerzo llevado a cabo en la clase, pero ¡ah, amigo/a, la batalla se libró a niveles más profundos! y aunque tú no seas consciente en ese momento..., día a día, semana a semana y mes tras mes, algo irá cambiando poco a poco en tí y si no te quedarás sólo en el aspecto físico, no dudes de que como mínimo, tu respiración será más libre, amplia y fluida, mantendrás mejor el control de tus emociones, afrontarás el día a día de forma distinta y te sentirás una persona más equilibrada. Pero éstos sólo serán algunos de los beneficios que irás encontrando en tu camino.

viernes, 11 de diciembre de 2015

El primer paso de un camino

Me sorprende cuando me encuentro opiniones formadas y prejuicios con respecto al Yoga que provienen de personas que jamás han acudido a una clase con un buen/a profesor/a. Una de las opiniones más extendidas es tal vez que se precisan ciertas condiciones físicas para poder practicarlo, siendo sobre todo una de ellas, la flexibilidad.

Tal vez parte de la culpa para que esta idea esté tan sumamente generalizada es la gran proliferación de imágenes de cuerpos formidables en posturas muy avanzadas, y que precisan de una flexibilidad y fuerza dignas de acróbatas del Circo del Sol. Sin embargo, yo nunca pensé que debía de reunir ciertas condiciones para ello, porque sinceramente, muy mal me hubiese ido de pensarlo así. Posiblemente yo era una de las personas más sedentarias de mi entorno cuando comencé a practicarlo.

Lleva tiempo dando vueltas en mi cabecita la idea de reflejar en alguna entrada de este blog alguna de mis experiencias y/o vivencias, así que he pensado que hoy viernes, en lugar del acostumbrado Viernes de Reflexión, podía contaros cómo fue mi primer paso en este camino.

Jamás fui una niña que destacara en gimnasia; ni siquiera destacaba jugando a la comba o a la goma... eso si, me gustaba mucho jugar a ambas y día tras día jugaba con mis amigas en el recreo (y algún que otro amigo que se apuntaba de vez en cuando) y nunca me daba por vencida. Ni una sola vez conseguí realizar el pino, mucho menos una voltereta lateral o el puente. De hecho varias veces acabé con la nariz sangrando, dolorida e inflamada con mis intentos de colocarme cabeza abajo. En el colegio, en las horas de gimnasia, el potro lo saltaba con dificultad.

Cuando comencé a interesarme por el baloncesto (ya que nuestro profesor en segundo ciclo de E.G.B. era un gran aficionado), quiso la suerte que me detectaran una escoliosis (desviación de la columna vertebral). En aquella época y tras visitas a médicos, radiografías periódicas, sesiones de ejercicios de rehabilitación y revisiones, tras 6 meses no había otro camino: tenía que llevar un corsé ortopédico (incluso a la hora de dormir por las noches). Corsé que llevé durante 3 largos años. Por consiguiente, dado mi problema y mi grado de movilidad con dicho artefacto, estuve exenta de gimnasia y sólo realizaba ciertos ejercicios de rehabilitación en mi casa.

Es posible que dicho corsé hiciera que mi escoliosis no fuera a más, pero también es cierto que la musculatura de mi cuello, espalda y de mis abdominales quedara totalmente hipotónica (de hecho en la actualidad, tras un accidente de tráfico, cuando algún lesionado tiene una cervicalgia, raramente colocan un collarín, porque se han dado cuenta de lo contraproducente de dicha inmovilización para la musculatura).

Muchos años más tarde probé en un gimnasio unas clases de aerobic... no eran para mí. Sólo veía a otras chias mirándome por encima del hombro y si eran monas, pavoneándose por la sala y el vestuario (por suerte, sólo unas pocas eran así). También probé los típicos aparatos y pesas... tampoco eran para mí, me aburría y me daba la sensación de que todo era muy mecánico y que aquéllo era "sufrir por sufrir".

Bastante tiempo después comencé a hacer Aikido junto con mi marido, comenzando los dos al mismo tiempo. Tras unos meses me lesioné de una forma bastante tonta. Giré de pie y me encontré con un hoyo en el tatami que yo no conocía (de hecho me enteré dos años después que fue a consecuencia del mismo... por muy increíble que parezca... aunque eso es otra historia). El resultado fue un esguince en el pie derecho. Acudí a urgencias, me pusieron la férula mal, tuve que volver a ir ante el dolor que iba en aumento, volvieron a ponerme otra férula (en esta ocasión bajo la atenta supervisión del traumatólogo que me reconoció). Pero ahí no acabó la cosa y para evitar una caída en casa apoyé dicho pie con la férula aún puesta. El segundo fue peor que el primero, claro está. Siguieron meses y meses de rehabilitación y mi tobillo no llegó nunca a recuperarse al cien por cien.

Así llegó el momento en que pensé que debía buscar algo "más tranquilo" que no conllevara realizar rodamientos como en el Aikido. Automáticamente pensé en el Yoga. Siempre me había llamado la atención sin saber muy bien el porqué... tal vez la única visión que tenía de dicha disciplina era a través de Ramiro Calle en algún programa de RTVE.

Así fue como un cuerpo nada acostumbrado al ejercicio físico, con años de rehabilitación y con una lesión reciente dio su primer paso en la práctica del Yoga. Y así fue como mi ser se sintió atendido y cuidado en toda su extensión. Porque de pronto encontré que no sólo importaba el cuerpo físico, sino que también cuidaba y nutría mente y espíritu. Así fue como fuí "tocada por el Yoga".

Foto realizada en el año 2014, durante un seminario del primer módulo de
Formación de Profesorado de Hatha Yoga de la Asociación Alicantina de Yoga



viernes, 4 de diciembre de 2015

Colores

"Belleza que contemplan los ojos
ya no muere"

John G. Whittier

Aunque todos tenemos nuestros colores favoritos, según el estado de ánimo solemos inclinarnos hacia unas tonalidades u otras. Un cambio de preferencia puede aportar una información valiosa sobre nuestro estado emocional. Se ha comprobado, por ejemplo, que las personas suelen vestirse con tonos oscuros cuando están tristes o con colores neutros cuando están cansadas o estresadas.

Si te compras ropa de colores brillantes, puede significar que te sientes débil o que estás desanimado. Cuando alguien cambia súbitamente de color, merece la pena analizar qué ha sucedido para que esto ocurra.

Imagen de la página Thegaru
El color, sin embargo, no sólo es un barómetro, sino que puede utilizarse de manera activa para lograr determinados efectos. De eso se ocupa básicamente la cromoterapia. Ésta utiliza la frecuencia de los colores para influir en el inconsciente del individuo. El rojo, por ejemplo, resulta excitante, mientras que el azul induce la calma. La recepción psicológica de los distintos colores es algo a tener en cuenta, sobre todo, antes de pintar una habitación. Asegúrate de encontrar la tonalidad que más te beneficia. Las paredes que nos rodean determinan el espíritu de nuestros pensamientos.

Experimento: Utiliza cartulinas de colores para comprobar el efecto que producen en tu estado de ánimo. Puedes dedicar a cada color treinta segundos de atención. Anota todas las impresiones que surjan durante el ejercicio.


Para saber más

* Lilian Verner-Bonds. Cromoterapia. Parramón, 2000.
* Suzy Chiazzari. Color. Blume, 1999.

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¿Quién no vibra a la vista de un color o se deprime ante la vista de otro?. Tal vez tengas un color prefrerido que siempre te ha acompañado o tal vez, a raíz de alguna experiencia, hayas abierto tu abanico sobre los colores que te gustan, como es mi caso. Sea como sea, te puedes beneficiar de la vibración de cada color.

Si quieres seguir investigando o ya estás algo familiarizado/a con el cuerpo de energía sutil y los chakras, sabrás que en cada chakra predomina un color: rojo en el chakra raíz, naranja en el chakra del bazo, amarillo en el del plexo solar, verde y/o rosa en el chakra del corazón, azul para el chakra de la garganta, índigo en el chakra del entrecejo o tercer ojo y finalmente, morado o blanco para el chakra de la coronilla. Si eres consciente o alguien te ha dicho que uno de tus chakras suele estar más cerrado, inarmónico, bloqueado, puedes utilizar el color de dicho chakra para ayudar a que se desbloquee, equilibre y armonice y así pueda fluir la energía a lo largo de tu canal central eliminando los obstáculos.

Sin embargo, no sólo se trata de cuidar tus chakras y armoninarlos, puesto que no debes olvidar que tenemos un cuerpo físico y que es primeramente a través de él como nos comunicamos y actúamos en todo nuestro ser para intervenir sutilmente en todos nuestros otros cuerpos, esos que en principio, son invisibles a los ojos... pero no olvides, que al igual que el aire no se ve y está presente en cada rincón, tú eres energía. Abre tu mente y tu corazón y conéctalos.

¡Feliz Fin de Semana!.

Namaste.